
TVN y el nuevo pacto de lo humano
La pregunta, entonces, no es si TVN puede sobrevivir, sino si Chile puede sobrevivir sin un espejo que lo mire con respeto.
La pregunta, entonces, no es si TVN puede sobrevivir, sino si Chile puede sobrevivir sin un espejo que lo mire con respeto.
Mientras más ciudadanos participan, más se refuerza la legitimidad de las decisiones del Estado. Esa es la esencia de la democracia: transformar voluntades individuales en un mandato colectivo. Una participación amplia reduce el margen para la desconfianza, fortalece la cohesión social y evita que decisiones fundamentales queden bajo la sospecha de representar solo a una minoría movilizada.
Un manejo comunicacional sólido es un indicador de gobernabilidad. Un presidente o presidenta que no sabe comunicar con eficacia y resiliencia tendrá menos capacidad de implementar su agenda, porque el ruido lo arrastrará una y otra vez a defensas improvisadas.
Lo que necesitamos no es solamente hacer más reformas, cámaras o declaraciones. Necesitamos una narrativa pública de autoridad: una que contenga a quienes tienen miedo, que advierta a quienes cruzan la línea, y que haga evidente, en palabras y en hechos, que es el Estado el que manda.
Lo que empezó como una diferencia entre dos figuras públicas derivó rápidamente en insultos, teorías conspirativas y amenazas cruzadas. Y aunque parezca un show, lo cierto es que estos intercambios degradan el estándar del debate público, normalizan la agresión y validan el uso del lenguaje como arma.
Desde los años 90, con el retorno a la democracia, surgió un tipo de personaje que no ostenta cargos públicos, pero se mueve en los márgenes del poder institucional como si los tuviera. Se hacen llamar asesores, conectores, orejeros. Publican fotos con presidentes, repiten anécdotas con ministros, filtran cercanías como si fueran credenciales. Y luego venden eso: vínculos.
Necesitamos una nueva forma de comunicar: una que use la tecnología para amplificar el pensamiento. Una que entienda que, en tiempos exponenciales, el lenguaje es una herramienta de liderazgo… o de destrucción.