Sin discurso preparado de antemano, sin programa conocido, Harold vino desde el sillón —o desde el jardín— a hacernos ver hasta qué punto el resto de los aspirantes está a punto de perder cualquier lazo con el sentido común.
Juan Pablo Hermosilla es un abogado defensor que defiende antes que todo y sobre todas las cosas a sí mismo, y últimamente a su hermano. Grandilocuente siempre, acusa de declive total al sistema político y al judicial cada vez que no se le da la razón.
La soberbia de Kast no es la del dictador que grita órdenes, sino la del pastor que guía a su rebaño convencido de que él —y solo él— conoce el camino hacia la salvación.
En un Chile que giró hacia el miedo y el conservadurismo, la izquierda radical enfrenta su propia pasión. En esta crónica, Rafael Gumucio revisa cómo se encendió el furor moral del 18 de octubre hasta desembocar en un presente estéril entre derrotas políticas, símbolos en ruinas y un poder que, una vez alcanzado, terminó por apagar la rebeldía.
Mario Marcel tuvo que afrontar una economía tan destrozada como el centro de Santiago después del estallido y la pandemia. Restos de una doble tempestad, más una incapacidad ya endémica para producir, crecer, inventar, intentar algo nuevo.
Gustavo Gatica quiso ser diputado por el Frente Amplio, el espacio que parecía esperarlo por edad y condición social. Pero el partido “de los no tan jóvenes” descubrió, tarde y mal, que ser víctima no basta para ser candidato, y que un escaño parlamentario no es la forma legítima de reparar un crimen de Estado
A punto de volver a ser gobierno, pero una vez más entre acusaciones y peleas, esta es, según nuestro columnistaliberal-más-conservador, una breve historia de este amplio sector de la política chilena, con sus altos y bajos, sus bondades y problemas, sus grandes triunfos y sus eternos conflictos. Desde la fronda de Alberto Edwards al libro de
Quincas Borba, desde Ibañez a Alessandri, desde los años de Allamand y Jarpa a los de Piñera y Matthei. Un largo recorrido, con varias estaciones, que hoy vuelve a marcar la actualidad.
Parisi no es un adolescente que nunca entendió que ser padre implica deberes. Tampoco es un académico despistado que pasea hasta demasiado tarde con los alumnas, ni un político excéntrico con buenas intenciones que hace campaña desde otro país que el que quiere gobernar. Es alguien que calcula perfectamente sus errores.
Miembro de una generación que se acostumbró demasiado rápido a una comodidad que nunca había
conocido y que –entre el goce y el poder– fue perdiendo contacto con la sociedad hasta dejar que la generación que venía los criticara, los castigara y finalmente los reemplazara, el autor pinta un cuadro despiadado de esa elite que lo tuvo todo…y luego lo perdió todo.
Evelyn y su comando comprendieron algo que hasta entonces parecía habérseles escapado: que en el mundo de las redes sociales, de los bots y las fake news, la peor estrategia es hacer lo lógico, lo normal, lo esperable.